Por alguna razón tengo la idea de que toda madre tiene en su cocina un calendario, ahí las súper mamás anotan los recitales de piano, juntas de padres de familia, fiestas de cumpleaños, etc. Hay días buenos en los que las mamás miramos el calendario con ilusión anticipando los días de fiesta y los partidos de soccer y días no tan buenos en que una quisiera dejarlo todo e irse al Caribe o a dondequiera que sea la foto que tenga dicho calendario.

Monday 31 October 2011

De como la mamá Grinch sobrevivió Halloween

Hasta ahora había estado muy tranquila con eso de que en Canadá las escuelas no acostumbren a hacer bailables del día de la primavera, del día de las madres o de lo que se les ocurra. No sé qué me parece más horrible, si la palabra “bailable” o el hecho de que las pobres mamás tengan que pasarse días cosiendo o buscando el disfraz de pollo para sus angelitos. 


Supongo que todo se recompensa al final cuando el escuincle sale dos minutos en el escenario y podemos tomarle una foto confundido entre otros veinticinco niños. Pero yo, que no sé ni pegar un botón y que soy madre grinch, hubiera sufrido enormemente con estas ociosidades. Todo iba muy bien en mi país del norte donde la diversidad de culturas invita a que cada quien festeje lo que quiera como quiera y si quiere. Pero no contaba yo con Halloween, fiesta que aparentemente no perdona cultura ni edad y arrasa masivamente con  la sociedad empujándola a invertir considerables sumas de dinero en los disfraces de niños, adultos, mascotas y por si fuera poco, la casa. Por cierto, no deja de sorprenderme que en las tiendas la sección de disfraces para niños es 1/3 del tamaño que la secciónde adultos, además la variedad es imperdonable: slutty nurse, slutty cheerleader, slutty cat, slutty pumpkin...you name it.

Creí que la había librado los años anteriores disfrazando a mi hijo de pirata: pirata bueno, pirata malo y pirata con SPD* que se negó a usar sombrero, parche y arete y más bien parecía un niño de camisa negra. Pero este año aparentemente le dio ilusión él escoger su propio disfraz para Halloween:

  - Mamá, ¿me compras un disfraz de monstruo?
  - No – dije yo – ya tienes el de pirata.
  - Pero quiero ir de monstruo.
  - No tengo dinero – insistí, odio el comercialismo de Halloween y me niego a gastar $37 dólares en un disfraz.
   - Bueno, tengo una idea, ¿por que no te pones en la calle con una guitarrita a cantar y que la gente te de propina y así tienes dinero para mi disfraz de monstruo?

No hace falta decir que cedí ante semejante argumento y al día siguiente (30 de octubre) le prometí que iríamos a comprar su disfraz de Halloween. Después de todo, si voy a comerme la mitad de sus dulces, es justo comprarle un disfraz decente.

Cuando llegamos a la tienda solo quedaba la mitad de un traje de robot talla 6 meses y una señora se estaba llevando (sospechosamente metiendo en la  pañalera) el último disfraz talla 2, que de todas maneras no nos servía de nada. Le pregunté al vendedor si le quedaba algún otro disfraz por ahí. Lanzándome una de esas miradas que parecen decir “mala madre”, de esas que me echa la gente en los aviones y en las colas del súper, me dijo “los disfraces de Halloween nos llegan en Agosto, para mediados de Septiembre ya todo el mundo compró el de sus hijos” o sea “a ver si te pones trucha para el año que viene…mala madre”. Y aunque mi niño ya venía un tanto aleccionado sobre el consumismo (ya sabe decir en el súper “¡Que barbaridad! Ya sacaron lo de navidad y estamos en octubre”) me partió el corazón su carita de decepción. Sobre todo porque estaba convencido de que se había tardado demasiado en ponerse zapatos y por eso ya no quedaba nada.

Con la promesa de buscar en otra tienda decidí comprar unos calcetines para el bebé. Llegamos a las cajas registradoras y cual sería nuestra sorpresa al encontrar que alguien acababa de regresar un disfraz de dragón – una talla más chica de lo que necesitábamos, pero no importó porque gracias al SPD a mi niño le gustan las cosas apretadas. Me dieron ganas de correr a restregárselo al vendedor en la cara “Andile güey ¡y con 75% de descuento!”

Mi niño fue el más feliz, se puso su disfraz todo el día para un “test drive” y quiso hablarle por Skype a toda la parentela para enseñarles su disfraz nuevo. No lo pude convencer de que mintiera diciendo que su mamá hacendosa se lo había hecho, pero orgullosamente les contó a todos de nuestra ganga y eso es suficiente para mi.

*Sensory Processing Disorder, ver post “Lo heredado no se hurta”.

Apéndice 
Este post fue escrito en 2011. Desde entonces han sucedido algunas cosas:


 - 1 de Noviembre 2011 - Me sentí tan mal que corrí a comprar un disfraz de monstruo (al 90% de descuento, gracias "after Halloween sale") lo compré talla 10 para que durara varios años.


Halloween 2012 - Tuvimos disfraz de monstruo pero fue la peor tormenta en la historia de Vancouver y a niño #2 le dio asma. Pedimos Halloween en los pasillos del edificio. Saldo: dos dulces y un puñado de Fritos (WTF?). Ya fuimos a terapia, gracias.


- Halloween 2013 - Niño #1 fue (finalmente) disfrazado de monstruo y fue un hitazo. Niño #2 fue disfrazado de tigre (disfraz que mamá pagó "full price" y valió cada penny porque se veía her-mo-so).


- Halloween 2014 - Niño #1 perdió interés en el disfraz de monstruo y ahora va a ir de Jedi. Nos complace notificarles que Niño #1 ha aprendido a dominar el SPD y ahora no se tarda nada en ponerse zapatos (a menos que esté decidiendo a propósito hacerse wey). Aun le incomodan algunas cosas, por lo que el Jedi irá sin cinturón. Veremos. Niño #2 quiere ir de "plato de cerámica", estamos negociando de pirata, monstruo o dragón. Su contraoferta es de tigre como el año pasado y mamá está de acuerdo porque pagó "full price" y valió cada penny porque se veía her-mo-so.


Halloween 2015 Niño #1 ha superado el SPD y se ha aficionado a la lectura. Va disfrazado de Harry Potter y mamá no cabe en si del orgullo. Niño #2 ha declarado que odia los disfraces, se le ha entregado la estafeta de Grinch.